Las situaciones de crisis traen grandes enseñanzas, sobre todo cuando logramos ver comportamientos o hábitos con los que inconscientemente convivimos.
Me han preguntado con qué sugerencias podría aportar desde mi perspectiva de consultor/coach para afrontar la situación pandémica que hoy por hoy estamos padeciendo. En ese sentido, comparto con ustedes la siguiente reflexión:
Hemos hablado de lo complejo que anda el mundo en las condiciones actuales. Hablamos de vulnerabilidad y hemos visto lo impotentes que somos frente a una pandemia que tiene de cabeza a todo el planeta, y me pregunto si a nivel personal todos hemos logrado aceptar nuestra propia vulnerabilidad.
Qué decir de la incertidumbre. De la noche a la mañana la dinámica universal cambió radicalmente, y así como el impacto del 11 de septiembre del 2011 se quedó en el mundo para siempre, esta pandemia puede cambiar la forma de vivir de la humanidad. No es posible ahondar en la complejidad de esta situación cuando recién estamos aprendiendo cómo actúa y aún hay cuestionamientos y desconcierto. La obscuridad y la confusión nos envuelven en un entorno de ambigüedad desconocido. Si a esto le sumamos el impacto exponencial que se está generando, nos damos cuenta de lo incrédulos que podemos ser al enfrentar algo sumamente desconocido y vertiginoso. Estamos aprendiendo a un costo estrepitoso. Ahora, esto no se trata de COVID-19, solo que este destapó una serie de comportamientos que tenemos a diario y convivimos con ellos en el ámbito laboral, en donde los asumimos con aparente normalidad.
Lo que voy a ampliar a continuación no es una generalización, pero sí una tendencia mayoritaria, que me permite establecer parámetros y comparaciones, a partir de los buenos ejemplos y prácticas que he llegado a conocer. En la complejidad y ambigüedad del mundo podemos encontrar una mayor relación entre causas condicionadas al contexto tanto del entorno cercano, como del global. Por ahora, prefiero centrarme en la incertidumbre y la vulnerabilidad, por estar más relacionadas con nuestra capacidad de responder a la situación actual.
Si hablamos de vulnerabilidad, necesitamos introspección, es decir ver hacia nuestro interior, hacia nuestro propósito o causa, hacia el camino que queremos seguir. Es un mundo cambiante, disruptivo, podemos perder el rumbo y desenfocarnos en los resultados de corto plazo. Entramos en la vulnerabilidad de controlar lo que aparentemente está bajo nuestro control, que son los resultados inmediatos. Controlamos los costos, reducimos los costos de nómina, cortamos las inversiones, entramos en estados de estrés colectivo en el afán de lograr el resultado. Buscamos culpables y optamos por posiciones defensivas. Incrementamos los controles y frenamos la capacidad de las personas para mostrar su creatividad y capacidad de innovación, para dar lo mejor de sí en momentos de crisis. Cerramos las llaves de la escucha, de la empatía y de la compasión. En gran medida no reconocemos o no logramos ver las incoherencias en las que lideramos. Lo veo con mucha frecuencia y esa es la vulnerabilidad interna que a veces no podemos evidenciar o aceptar.
A las empresas y a los líderes no se les mide en tiempos fáciles. Es como querer a los que apreciamos. Los momentos en los que hay que actuar son los que verdaderamente los ponen a prueba. Las decisiones que se toman en los negocios definen la cultura, el SER de la organización, que es el reflejo del SER que las toma.
Hablamos de que el cliente es lo más importante, sin embargo, no hablamos con él y ajustamos nuestros procesos a los costos de operación. Hablamos de que lo más importante son nuestros colaboradores, pero cuando las cosas se ponen duras recortamos nómina, congelamos salarios o como en el momento actual, planteamos bajar los sueldos proporcionalmente a los ajustes que hay que hacer. Hablamos de ser innovadores, aún así, nos cuesta empoderar, soltar, confiar. Nos falta hacer del error algo fundamental para generar: aprendizaje, desarrollo, resiliencia e innovación.
Somos seres vulnerables, y es fundamental saberse vulnerable, porque ahí están nuestros miedos, nuestras debilidades, inseguridades, sentimientos de inferioridad, que en el fondo son nuestros juicios y apreciaciones. Nuestras oportunidades de desarrollo y crecimiento están en saber pasar de la arrogancia de lo perfecto a la humildad intelectual, al querer aprender.
Nos gusta vivir en la certeza y es bueno poder transitar en caminos ciertos, predecibles, lineales, mantenernos en nuestra zona de confort o de seguridad. No obstante, también necesitamos de la incertidumbre, caso contrario viviríamos en una rutina en la que creo que muchos nos volveríamos locos, aunque sé que otros viven felices en su comodidad.
En el ámbito de la responsabilidad de un líder, debemos entender con claridad que este tiene que crear seguridad para su gente, lo que se denomina “El círculo de seguridad psicológica”. Con eso no digo que hay que cuidarlos y protegerlos al extremo, que es otra realidad que se presenta con frecuencia; pues, hay quienes tienen el hábito de hacer lo que les corresponde a los demás, pensando que no lo hacen o que lo hacen mal. Lo cierto es que les acostumbran a que no lo hagan, subsidiando la mediocridad. Todo lo contrario, lo correcto es exponerles, dejarles equivocarse y aprender, crecer, encontrar la salida. La clave está en que hay que darles la seguridad para ello. Crear ambientes de respeto, de no agresión, de una comunicación positiva que posibilite el dejarlos expresarse y saber escucharlos, el permitirles emitir ideas, cuestionar lo establecido, enfrentar nuevos retos, crear nuevos caminos.
Algo sí hay que tener claro, sí me preocupo por mi gente, ellos se preocuparán por mí; si me preocupo por mi gente ellos, ellos se preocuparán por mis clientes; si me preocupo por mi gente, ellos se preocuparán por mi negocio y su sostenibilidad. La mirada en el corto plazo se queda en el corto plazo. La mirada en el infinito abre otro mundo de posibilidades, donde podemos subordinar rentabilidad y resultados inmediatos ante resultados futuros, que siempre serán más grandes, no solo en lo económico. Con esto, la rentabilidad y el resultado pasan a primer plano, ya que esa es la razón de ser de las organizaciones, para ello el enfoque del deber estar en la gente, siempre en la gente, que son quienes logran el resultado.
¿Cómo estamos enfrentando la situación actual? ¿Generamos culpa y responsabilidad en otros? ¿Estamos enfocados y decidiendo donde menos nos cuesta, por decirlo de una manera, o donde generamos valor futuro? ¿Cuáles son las responsabilidades que estamos dispuestos a asumir? ¿Cuáles son mis necesidades de desarrollar más mis capacidades de liderazgo? ¿Entramos en cuarentena intelectual o nos ponemos en acción, innovando, co-creando, colaborando hacia nuevas prácticas, empoderando a otros a lograr nuevos resultados, a desarrollar nuevas formas de trabajar?
Hay muchos cuestionamientos que no tienen que ver con lo que pasa afuera en la actualidad, pero sí tienen que ver internamente en nuestro liderazgo y en el ser de nuestra cultura. Las transformaciones vienen de adentro hacia afuera. No invirtamos tiempo y recursos en transformar los procesos, la tecnología, sin antes invertir en el desarrollo de la gente.
¿Cuáles son tus próximas decisiones?
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