Una vez leí una historia que capturó mi corazón en una frase memorable: “Escúchame con los ojos”.
Imagina una niña conversando con su padre.
Ella habla mientras él lee el periódico (puede ser una analogía hoy con el celular).
La niña se esfuerza por llamar su atención: 'Papá, escúchame',
El padre le responde: te estoy escuchando, incluso es capaz de replicar lo que ella le dijo.
La niña insistiendo más allá de las palabras: 'Escúchame con los ojos'.
En ese momento, la mirada cobra vida y el padre finalmente se sumerge en el presente, reconociendo el poder de la conexión visual.
En un simple gesto se encierra toda una conexión, un entendimiento sin palabras.
Hablamos mucho de la importancia de escuchar, pero ¿y el arte de ver? Nos enfocamos en escuchar con atención, pero a menudo pasamos por alto la riqueza de información, emoción y significado transmitidos a través de una mirada.
Mirar a alguien es mucho más que ver con los ojos; es percibir con el corazón, comprender con la intuición. Es respeto, empatía, conexión, y una puerta hacia la autenticidad en nuestras relaciones. Esa conexión visual crea puentes entre almas, sin necesidad de palabras.
La magia de la mirada profunda va más allá de la superficialidad. Nos invita a una conversación silenciosa, pero elocuente. Nos lleva a un espacio de entendimiento más allá de lo dicho.
Luego de esa conexión visual, viene la escucha verdadera: entender más allá de las palabras dichas. Como diría Judith Glaser, autora, oradora pública y consultora de negocios reconocida por su experiencia en el campo de la inteligencia conversacional y cultural, “escuchar para entender”. Es un diálogo que trasciende lo auditivo para abrazar la esencia del otro, aceptando y valorando su visión del mundo. Primero te veo, te acepto, te comprendo.
Este proceso nos lleva a una comunicación auténtica y profunda, llena de resonancia y significado. Así, la habilidad de ver con claridad y compasión se convierte en el cimiento de una conexión humana genuina.
El acto de ver a otro va más allá de la percepción física; es el inicio de una danza emocional y espiritual donde el ser se encuentra con el ser en su desnudez y autenticidad.
Les dejo algunos ejemplos y les invito para que cada uno termine las frases, las asocie con la emoción que surge y el pensamiento que emerge.
Inicio con el primero y el resto se los dejo a ustedes.
Como abuelo experimento una comunicación única y de un valor inigualable con mi nieto bebe de 8 meses, aun no habla, nos miramos, nos reconocemos, sonreímos, jugamos haciendo ojitos, robándole una sonrisa. Es la comunicación más profunda que hay. No hay que decir nada más. El amor, la ternura, la curiosidad, el encontrarse, es decirse tanto, sin decir nada.
Ahora piensen ...
Dos enamorados se miran ...
Compartir con un anciano (tu madre o padre que ya no pueden hablar) …
En una conversación profunda con un amigo …
En un encuentro de reconciliación …
En la cena con tu conyugue …
Conversando con un colaborador ...
En fin, …
¿Dónde más encuentras esa mirada profunda que lo dice todo en tu vida?
¿Cómo está tu nivel de conexión en el trabajo, con tu gente, con tus pares, con tus clientes, con tu jefe, con tus proveedores?
¿Cómo es la cultura de la organización?
Diego Román
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